viernes, 24 de octubre de 2008

LA SERPIENTE Y LA MEDICINA


MATRICIDIO Y ESTADO TERAPÉUTICO (LA SERPIENTE Y LA MEDICINA)Casilda Rodrigáñez y Ana Cachafeiro
Este artículo se escribió para el nº 25 de la Revista Archipiélago, En la salud y en la enfermedad... Otoño 1996.
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La serpiente
La serpiente es un reptil que aparece representado con frecuencia en la Antigüedad. En el Génesis (que coincide con la fecha en la que algun*s historiador*s y arqueólog*s datan la generalización de la revolución patriarcal, es decir, aproximadamente, en el 2500 a.j.) la serpiente es el símbolo del mal, del demonio que induce a Eva al pecado y a desobedecer a Yavé, el Señor que representa el bien. Yavé, que había decidido dar una compañera a Adán (¿antes no tenía?), en la misma escena condena a Eva -y con ella, a todas las mujeres- por dejarse seducir por la serpiente a parir con dolor y a vivir bajo el dominio del hombre. Luego enviará a un arcángel con alas y espada para matar a la serpiente: la muerte de la serpiente es el triunfo de Yavé. 2500 años después vuelve a aparecer la serpiente, con la Virgen María, la madre pura que aplasta su cabeza, pues, al parecer, no se la había matado del todo y se hacía necesaria una redención de nuestros pecados, junto con la consagración de la mujer como esclava del Señor y su renuncia a la serpiente.
¿Qué más sabemos de la serpiente? Las guías del Museo Arqueológico Nacional de Atenas dicen a l*s turistas que la serpiente era el símbolo de la sexualidad de la mujer en la Grecia antigua. Marija Gimbutas (1), en su obra basada en el estudio de miles de figuras de mujer recogidas en la llamada Antigua Europa y datadas del 6500 al 3500 a.j., y ya en general, todos los estudios de la Antigüedad coinciden en señalar que la serpiente era la representación de la voluptuosidad, de la vida y de la fertilidad impulsada por la líbido y los deseos de la mujer. En las ruinas del palacio de Cnossos en Creta, que por ser una isla debió de ser uno de los últimos bastiones de la Antigua Europa que resistió a la revolución patriarcal, aparecieron dos figuras de mujer del 1600 a.j., vestidas con elegantes trajes largos y con escotes que dejan los pechos al aire: una lleva serpientes dibujadas en el vientre y enroscadas en los brazos; la otra, blande en sus manos alzadas sendas serpientes: ¡no nos las quitaréis! ¡No pasaréis! parece querer decir. Y sin embargo, pasaron. Los arqueólogos las han llamado 'diosas de las serpientes', pero podían ser simplemente la representación de dos mujeres de la época. Con el triunfo de la revolución patriarcal y la desposesión de la serpiente de la mujer, aparece el nuevo orden simbólico que ya deja ver por donde van a ir los tiros: el Olimpo se llena de dioses, y entre ellos, Esculapio, dios de la Medicina, que se ha apoderado de la serpiente y que hoy, cual trofeo de guerra, todavía se exhibe en las bolsas de nuestras farmacias (2).
El control de la capacidad reproductora de la mujer implicó la desposesión de sus deseos y la eliminación de su líbido para hacer funcionar la fisiología de su cuerpo, esclavizado y robotizado, según los fines específicos del nuevo orden patriarcal: reproducir esclavos resignados y guerreros insensibles al sufrimiento humano, así como esclavas resignadas y futuras nuevas madres insensibles al sufrimiento de su prole; en lugar de la vida exuberante y pacífica que llegó a existir en los palacios de la sociedades matricéntricas del Neolítico. Hacer que la mujer realice las funciones sexuales sin deseo de forma sistemática, violando sistemáticamente su cuerpo, es la dimensión libidinal del matricidio que da origen a la sociedad patriarcal. El placer que acompaña a las funciones sexuales y que sustentaba las relaciones de apoyo mutuo como garantía de la conservación de la vida, es decir, el impulso o principio del placer que ha conservado la vida, se corta y entonces las funciones sexuales se realizan con dolor, con un tremendo dolor, para hacer funcionar el orden patriarcal de realización y conquista de patrimonios. El cuerpo rígido de la mujer, despiezado y desposeído de la serpiente que le animaba, queda en manos de la Medicina, la ciencia que se ocupa de los cuerpos devastados que han sido privados de su capacidad de auto-regulación. Del hysteron (útero) a la histeria (enfermedad tradicional de las mujeres sometidas al orden patriarcal). De las orgías eleusíacas con hongos y cornezuelo de centeno (3), a la oxitocina inyectada en vena sobre las mesas hospitalarias: el mismo órgano, la misma química, pero desprovistos de su esencia vital, del deseo de la mujer, de la serpiente.
El nacimiento
La vida humana se ha medicalizado de tal modo que incluso ya antes de nacer, nuestra primera identidad será la de "pacientes". Aunque todavía de nada nos tengamos que curar ya desde el útero deberemos someternos a todo tipo de pruebas que más que con nuestro bienestar tienen que ver con los intereses de la industria médica y farmacéutica. Que nadie piense que los señores que inventaron una máquina que reproduce los latidos de nuestro corazón en una pantalla lo hicieron pensando en nuestra salud; lo hicieron pensando en vender, que es en lo que más se piensa en los últimos tiempos. Se sigue investigando en técnica que descubra nuestro sexo lo antes posible, a pesar de las consecuencias nefastas que ello acarrea. Vender y controlar es el objetivo último por mucho que lo disfracen con otros fines inmediatos.
Las multinacionales de la industria médica y farmacéutica es, quizás, uno de los tinglados más peligrosos por su incidencia en los primeros momentos de la vida humana: no solo porque nuestra indefensión es absoluta y nada podemos hacer para evitarlo, sino por la trascendencia que en esos momentos todo tendrá para el resto de nuestra vida. De adultos podemos llegar a conocer lo pernicioso de muchas de las cosas que se hacen en nombre de la salud y ponerse a salvo, pero desde el útero lo único que una criatura debe poder hacer es patalear en las aguas maternas. Pero lo peor de la invasión médica en los primeros estadios de nuestra vida ha sido desde luego su colaboración en el cumplimiento de la maldición divina de parir con dolor y nacer sufriendo. La industria médica, arma que el Poder financia y utiliza sin escrúpulos ni reparos en los costos en sufrimiento, ha sido especialmente cruel en la usurpación que ha hecho de uno de los momentos más impresionantes y delicados de nuestra vida: el nacimiento.
Porque los partos pueden ser cosas diferentes según si la serpiente habita el cuerpo de la mujer, en qué medida lo habita, y en qué grado está manipulado por la Medicina. Si se produce el deseo de la mujer, entonces el parto es una gran excitación sexual, una inundación de flujos inducidos por esa excitación, una dilatación y una apertura del útero y de todo el canal de nacimiento producidas por las oleadas orgásmicas, y una voluptuosa y mutua caricia. No hay dolor alguno, todo es placer y gozo por la vida renovada. Entre dos partos puede haber la misma diferencia que la que puede haber entre un buen polvo y una violación desgarradora.
Masters y Johnsons (4) dicen que las contracciones uterinas son un elemento esencial de todo orgasmo femenino; Merelo-Barberá, Serrano Vicens, y el Dr.Schebat del Hospital Universitario de París (5) han demostrado la alta tasa de partos orgásmicos incluso en la mujer rígida actual. Existe literatura que recoge relatos de viajeros que han encontrado sociedades en las que las mujeres paren sin dolor (6). El mismo libro del Génesis nos tenía que haber hecho sospechar algo. Y sin embargo, nos creemos que la maldición divina -el orden patriarcal- es la condición humana.
Según Merelo-Barberá, la mujer se socializa en una ruptura de la unidad psicosomática entre la conciencia y el útero, y tenemos perdida la sensibilidad uterina. Esto se ha logrado primero con infames vituperios hacia nuestro sexo (llamándolo impureza, animal errante, mónstruo, etc.) y luego silenciándolo, dejando -como reconocía Groddeck (7)- la voluptuosidad femenina sin nombre. De este modo, el útero que es un órgano erógeno (cuya sensibilidad cualquier mujer puede recuperar practicando la visualización y la concentración en el mismo), una caja de resonancia del placer, que lo expande de los pechos al recto y hasta las puntas de los pies, se queda rígido y tenso. Y al faltar el deseo provocador y motriz del parto, que pondría en marcha toda la potencia de nuestro sistema hormonal y la elasticidad de los músculos uterinos, la mujer necesita ayuda exterior -la Medicina- para que la desgarren y le saquen a empujones, con forceps o cesáreas, a la criatura. Cuando el deseo se ha convertido en miedo, en pánico y en obligación, entonces las contracciones funcionales son dolorosas pues el miedo -y la ignorancia- hace que nos contraigamos en lugar de relajarnos; retener en lugar de abrirnos. Nuestros músculos de mujer pura occidental están rígidos, acorazados, se resisten a las contracciones en lugar de provocarlas y de impulsarlas. El miedo nos deja tiesas y secas, en lugar de húmedas, blandas y dúctiles, como la serpiente, como la vida misma que surgió del agua.
La institución médica no sólo actúa en concreto en cada parto, en cada cuerpo de mujer, manipulando su aparato reproductor como los fontaneros el sistema de tuberías de una casa -comparación que ya viene siendo un dicho popular-; sino que su existencia y sus dictados sirven ante todo para que a nadie se le ocurra que las cosas pudieran ser de otro modo, y que ese otro modo es absolutamente diferente y benefactor. Del mismo modo que el Matrimonio sirve ante todo para que a nadie se le ocurra que el amor pudiera ser otra cosa.
Al negarse el deseo en el acto sexual del parto, no se plantea que este requiere un respeto a la intimidad para que la mujer pueda abandonarse a sus sensaciones y a sus emociones. La intimidad de la mujer es violada sin el menor recato; y con esta violación, incluso en el supuesto que hubiera buena voluntad por parte del personal sanitario, el deseo se inhibe y se impide cualquier posible irrupción del mismo que pudiera tener lugar, a pesar de la educación de la madre. Michel Odent (8), según la experiencia de varios años en el centro de Pithiviers (Francia) dedicado al parto sin violencia, afirma que cuanto más se le permite a la mujer estar a su aire y sola, más fácil resulta el parto. La violación de la intimidad trae consigo también la imposición de una postura absolutamente inadecuada; postura que la mujer abandonada a su impulso jamás adoptaría; pues el decúbito supino no tiene otro fin que el permitir las manipulaciones de los obstetras, y alarga y estrecha el canal de nacimiento. Si a esto le sumamos anestesias, focos, goteos en vena, órdenes y todo tipo de técnicas agresivas, la separación inmediata del cuerpo materno nada más salir al exterior y el trato deshumanizado a la criatura recién llegada, tenemos que lo que podría ser nuestra primera sonrisa en el mundo se convierte en un llanto largo y desesperado. El miedo y la técnica son dueños del paritorio y la madre exuberante se ha convertido en un campo yermo y en un ser destrozado por el dolor. El acto sexual de dos seres fundidos se ha cambiado por una rutinaria intervención quirúrgica. El grado de insensibilidad necesario para permanecer impermeable a todo este estallido de sufrimiento ha de ser por fuerza muy alto; porque la comisión de atrocidades debe implicar, además de la creencia en que se está haciendo algo útil, la propia muerte emocional para poder realizarlas.
Afortunadamente, profesionales como Leboyer (9), Odent o Stettbacher (10) entre otros, que han visto la angustia de la proximidad de la muerte en el rostro del recién nacido, y han escuchado su grito; que se han conmovido y se han cuestionado su inevitabilidad, han demostrado durante los años de trabajo dedicados a la recuperación de los nacimientos gozosos, que nacer puede ser un acto placentero y no una lesión a la integridad primaria del ser humano. Los partos sin dolor en tribus y culturas a los que la tecnología médica no ha llegado todavía y en las que, probablemente, la devastación de los cuerpos y la escisión entre cuerpo y alma no ha alcanzado cotas de ruptura total, corroboran lo que vió Bartolomé de las Casas hace 500 años en el Caribe, y son también testimonio de lo que aquí exponemos. Otro tanto podría deducirse de las bajas tasas de mortalidad perinatal y cesáreas en países en los que, como Holanda, Suecia o Noruega, el 4O % de los partos tienen lugar en casa con la asistencia de comadronas, en comparación con las de los países en los que, como en España, se ha generalizado el parto hospitalario. En Holanda nacen por césarea 6 de cada 100 bebés, mientras que en España estamos ya cerca de 30 de cada 100. Marsden Wagner, ex-presidente de la Organización Mundial de la Salud (11), hace años que viene haciendo una serie de recomendaciones para cambiar los métodos de asistencia al parto sin que la industria médica española haya hecho el menor caso. Afirma que la anestesia epidural y el uso del monitor han duplicado el riesgo de cesáreas y que la desaparición de las matronas en España ha sido catastrófica.
La crianza
Pero la interesada y malintencionada intervención de la Medicina no se detiene en el parto. También la crianza de la criatura humana está salpicada por el empleo de prácticas y métodos cuyas consecuencias a veces son irreparables. La organización de los "nidos" a los que se lleva a cada bebé en cuanto nace para su inspección médica, rompe la comunicación primaria y necesaria con la madre, impide el 'imprinting' (12), la regulación hormonal que debiera empezar a desatarse, y desgarra de la forma más absurda y dolorosa el deseo mutuo de dos seres humanos.
Recientemente, en un artículo publicado en el New York Times (13), Sandra Blakesler recogía las conclusiones de diversos estudios realizados en centros de EEUU sobre la conformación del sistema neurológico de los bebés: después de reconocer que el ADN humano no contiene suficiente información para especificar la estructura final de las conexiones cerebrales, y de confirmar que las dendritas o ramificaciones de las neuronas y las conexiones se multiplican desde el momento de nacer hasta los dos años, explica el hallazgo de numerosos 'moduladores ocultos' en la relación madre-bebé, que regulan la producción de sustancias químicas que a su vez regulan el crecimiento del cerebro, la formación de sinapsis neuronales, la formación del sistema inmune, hormonal, etc. En definitiva, que las emociones en la etapa primal de nuestra vida, y en concreto el contacto físico madre-bebé, moldean el cerebro, el carácter y la capacidad del habla.
¿Qué ha pasado con esta relación madre-bebé en nuestra sociedad occidental?
A la criatura se le ofrecen pezones de plástico y leches artificiales; duerme en cunas separado de la madre, se la transporta en cochecitos, se la ata a sillas especiales para ir en automóvil, se la deja en parques con barrotes, se la baña en su bañera para ella solo, etc. etc. Es decir, todo está diseñado para que ni exista ni se contemple la posibilidad del contacto físico. Las distintas especialidades médicas dictan las normas que cada mujer debe creer y obedecer (y que, al hacerlo, impiden que irrumpa en ella el deseo de hacer las cosas de otro modo), para identificarse con el arquetipo de madre ideal fabricado por teólogos y profetas y por la publicidad de las multinacionales: la que cumple los horarios, la que hierve bien los biberones, la que usa biberones Chicco, leches y papillas Nestlé (14), cochecitos Jané, chupetes anatómicos para no deformar la mandíbula, etc. etc.
El Scientific American de diciembre de 1995 recoge las conclusiones de las investigaciones del Dr. J. Newman (15) sobre las cualidades de la leche materna. No se trata solo de que esta leche es más nutritiva y está mejor adaptada al proceso digestivo de la criatura, sino que es la única que asegura la continuidad del proceso de formación de su sistema inmunológico específico. Hay razones de peso para pensar que las crecientes y modernas enfermedades alérgicas de nuestra progresada sociedad (que no son sino estados deficitarios del sistema inmune) tienen que ver con el creciente y moderno progreso en los métodos de crianza robotizada.
Las normas sobre frecuencia o cantidad en las tetadas son un indicio de hasta que punto la mujer ha perdido conciencia de sus pulsiones sexuales. Allí donde se recomienda la lactancia materna durante tres meses, se ordena el cómo, cuánto y cuándo, generalizando errores que han estado a punto de dar al traste con esta práctica. Pues la leche materna no puede producirse de modo voluntarioso para el cumplimiento de una normativa, sino por el impulso del deseo de la mujer y la libre demanda de la criatura; por eso, la regulación pediátrica de las tetadas conduce a que la madre deje de producir leche y tenga que pasar a la criatura al biberón incluso antes de los tres meses "porque el bebé se queda con hambre". Hoy, cuando ya se ha demostrado que la leche es de mayor calidad proteínica cuanto más frecuente y larga sea la tetada, en algunos lugares se está empezando a aconsejar el dar de mamar con frecuencia, sin la esclavitud de los horarios; las mujeres acatan estas instrucciones con la misma sumisión con la que antes acataban los intervalos de las tres o cuatro horas malditas. Pero muchas veces no es porque la mujer ha recuperado su sentido común sino porque es lo que algunos pediatras ordenan ahora.
Según se han ido robotizando las funciones sexuales de la mujer, se han ido creando especialidades médicas para abordar los diferentes aspectos de la quiebra de la auto-regulación de la propia vida. Las madres siguen consultando en libros y a especialistas lo que ya está escrito en su corazón, en su cerebro y en sus entrañas; desde cómo se coge a un* bebé en brazos hasta cuánto "afecto" es conveniente suministrarle. Se sigue abandonando la lactancia a los tres meses para ir a trabajar aunque sí haya otro remedio. Se sigue creyendo aquello de que "es normal que los niñ*s lloren", que deben dormir en su cunita y aprender pronto a estar solos, aunque su llanto nos indique bien claro lo contrario. Dicen que si duermen con las madres les entran deseos incestuosos de realizar el coito con ella (!!) y se psicotizan; l*s bebés tienen que endurecerse emocionalmente a nuestra imagen y semejanza. Dicen que no hay socialización posible en la saciedad de los deseos. Dicen que la única socialización posible es la de la represión y la de las lágrimas. Que "a los niños no hay que cogerles en brazos", que "saben mucho" y son "muy pillines" y que no se les puede malacostumbrar a lo bueno. La herida sigue así ahondándose hasta los mismos cimientos humanos para convertirse en la Falta Básica, nombre que Michael Balint (16) dio a esa sensación de carencia sin nombre, que constató en todas y cada una de las muchas personas que se acercaron a su consulta durante 5O años de trabajo psicoanalítico.
Como las consecuencias de la represión libidinal son siempre psicosomáticas, y para las dudas que siempre pueden quedar, ahí está la psicología con sus cuentos increíbles para que nadie se de cuenta del verdadero sentido del malestar de las criaturas (ni de las depresiones post-parto de la madre). Los efectos psicológicos de la quiebra del acoplamiento y de la auto-regulación de la vida humana por la represión social, se explican como cualidades innatas; y de esta manera se oculta la condición humana primera, la armonía y el bienestar de ese acoplamiento de los flujos producidos por el deseo (17). Así dicen que nacemos con un Complejo de Edipo, eróticamente narcisistas y egocéntricos (por eso nos cambian las tetas de verdad por las de plástico), que tenemos un Tánatos innato, que algunas también nacemos castradas (el útero no es un organo sexual y erógeno), etc. etc.. Las consecuencias psíquicas que la Falta Básica (el matricidio) acarrea quedan enterradas o justificadas. Un poco de esto y otro poco de píldoras para el dolor y la ansiedad que la resignación nos cause. Y más ventas para las multinacionales farmacéuticas, y más clientes y más justificación -más campo de intervención- para los Colegios de Psicólogos. Ya no tenemos por qué preocuparnos. Nos despiezan pero tenemos médicos del cuerpo y médicos del alma, y así funcionan nuestros cuerpos despiezados para mayor gloria y beneficio de las multinacionales, de las jerarquías y, en fin, para el debido cumplimiento del la Ley del Padre. Hasta que vuelva la serpiente (que sigue estando ahí, porque nadie la podrá nunca matar del todo); hasta que volvamos a dejarnos seducir por ella.
NOTAS
(1) Gimbutas, Marija The Goddesses and Gods of Old Europe University of California Press, 1992. 10 edición 1974.
(2) En una reciente conversación con Juan Merelo-Barberá (ver nota (5)), este afirmaba que Esculapio representa la transición entre la vida y la enfermedad, pues todavía se preocupaba de cuidar de la vida; de hecho, de las recomendaciones que hiciera a su hija Higea, procede el concepto de 'higienismo'. Será Hipócrates quien transforme el concepto de 'medicina' como cuidado y conservación de la vida, al de curación de las enfermedades.
(3) En: Hofmann, Albert LSD, cómo descubrí el ácido y qué pasó después en el mundo (Gedisa, Barcelona 1991. 10 edición alemana 1979) se recoje que la primera noción que se tiene de una aplicación medicinal del cornezuelo es como ocitócico (dilatador del útero), y a comienzos de la década de los treinta de nuestro siglo "se lograron aislar y caracterizar el componente fundamental común a todos los alcaloides del cornezuelo. Lo llamaron 'ácido lisérgico'. Más tarde marcó un progreso importante, en sentido tanto químico como médico, el aislamiento del principio hemostático del cornezuelo que actúa específicamente sobre el útero... se trataba de un alcaloide con una estructura relativamente simple, al que Stoll y Burackhardt denominaron ergobasina. En la desintegración química de la ergobasina, Jacobs y Craig obtuvieron como productos de desdoblamiento ácido lisérgico y el aminoalcohol propanoalamina".
Por otra parte, en el libro de Victoria Sendón de León, Más allá de Itaca (Icaria, Barcelona 1988) se recogen los relatos de diversos autores griegos que mencionan el uso de ciertos hongos en las orgías eleusíacas y dionisíacas; así como la transmisión de su uso a través de las brujas.
(4) Masters, W. y Johnson, V. Human Sexual Response. Intermédica, México 1978. 10 publicación inglesa, 1966.
(5) Recogido en: Merelo-Barberá, J. Parirás con placer. Kairós, Barcelona 1980.
(6) Ver, por ejemplo, los comentarios al respecto de Bartolomé de las Casas en su Historia de las Indias. (Fondo de Cultura Económica, México 1986. 10 publicación: Zaragoza, 1552)
(7) Groddeck,G. El libro del 'ello'. Taurus, Madrid 1981. 10 publicación: 1923.
(8) Odent, M. El bebé es un mamífero. Mandala, Madrid, 1990.
(9) Leboyer, F. Por un nacimiento sin violencia. Daimon, México-Barcelona 1978. 10 publicación francesa: 1978.
(10) Stettbacher, K. Pour quoi la souffrance? Aubier, Paris 1991.
(11) Ver sus declaraciones recogidas en El Diario Vasco 28.8.94.
(12) El 'imprinting' es un concepto que dice de la impresión o grabación psicosomática e impregnación emocional que se produce cuando la madre acoge en la parte exterior de su cuerpo a la criatura en el momento de salir al exterior. Esta noción se ha perdido en la civilización patriarcal, sin embargo es conocido que en animales mamíferos domésticos (y no domésticos) si se le quita un cachorro a la madre nada más nacer, después la madre le 'aborrece' y no le deja acercarse a ella. La civilización patriarcal ha creado un tipo de maternidad que consiste en hacer que la madre 'aborrezca' psicosomáticamente a la criatura (cortar las pulsiones instintuales y libidinales) para luego hacérsela aceptar según la Ley como el subproducto sentimental de la sublimación edípica.
(13) Reproducido en El País, 15.11.95
(14) En Inglaterra hay en marcha una campaña de boicot a los productos Nestlé por su estrategia de acabar con la lactancia materna en los países del tercer mundo. Nestlé regala leche en polvo a las madres que dan a luz; las madres caen en la trampa, pensando que es algo 'avanzado' y mejor que viene de Occidente; y si caen en la trampa los primeros días ya es suficiente porque luego aunque quieran volver atrás ya se les ha cortado la producción de leche; Y Nestlé tiene asegurada la compra diaria de la leche que esas criaturas necesitan. Con esto están empeorando las condiciones sanitarias de los bebés que no reciben las defensas de las madres, pero, sobre todo, están llevando las técnicas de la "educación" física occidental a estos países. Para contactar con esta campaña: Tienda de la solidaridad c/ Zaragoza, 6 11003 Cadiz. Baby Milk Action 23 Sant Andrew's Street, Cambridge, CB2 3AX Inglaterra. Otros artículos Nestlé son: Nescafé, Nesquik, Eko, Chamburcy, La Lechera, After Eight, Bonka, Perrier, Libby's, Camy, Kit Kat, Lion, Golden Grahams, Cheerios, Milkybar, Findus, Maggi, Friskis y L'Oreal.
(15) Scientific American "How breast milk protects newborns". Vol 273, N16, Dec. 95'. New York. pags. 76-79.
(16) Balint, M. La Falta Básica. Paidós, Barcelona 1993. 10 publicación: Londres y Nueva York 1979.
(17) Deleuze, G. y Guattari, F. L'anti-aedipe, capitalisme e sqhizophrénie Minuit, Paris 1972.

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