miércoles, 11 de noviembre de 2009

HUME Y LA IDEA DE DIOS



Mucho se ha discutido, se discute y se discutirá, acerca de Dios, su existencia, sus propiedades y potencialidades, etc.
Nunca se llegará a una feliz conclusión porque el tema posee posturas irreconciliables, pero se puede intentar buscar el origen de Dios como idea y ver como se compone y como se instala en el imaginario colectivo.
La verdad contundente que todos buscan… ¿Dios existe o no existe?.. Bueno depende de lo que se entienda por existencia y algo aclararemos aquí. Arrojar verdades a la cara de los demás, es propio de religiones o de sectas políticas, y no es para gente razonable, cada quien que piense o crea como más le guste o convenga a su existencia.

Platón y la Idea
Cinco siglos antes de Cristo estamos en las primeras aproximaciones de lo que siglos después sería la ciencia occidental, el saber duro y monolítico, sin posibilidades de cuestionamientos ni de dudas y elevado a la categoría de religión…
Pero bueno, uno de los primeros problemas a resolver es tener un lenguaje apropiado al saber científico, claro y certero, la creación de los símbolos matemáticos es un buen ejemplo de un lenguaje apropiado para la ciencia.
Sócrates es uno de los primeros filósofos preocupados en el buen uso del lenguaje, en la certeza en la definición de los conceptos o ideas.
Como sabemos, recorría las calles de Atenas seguido por una gran cantidad de jóvenes discípulos, entre los cuales estaba Platón, importunando a todo aquél que tuviera la desgracia de cruzárselo.
“¿Usted es general? Debe saber qué es la valentía. Déme una definición de valentía.” Luego, ante las interminables refutaciones de Sócrates, la persona sometida a estas inquisiciones terminaba admitiendo su desconocimiento del asunto. Ese era precisamente el punto de partida que Sócrates buscaba para comenzar una construcción colectiva del saber, despojado de todo prejuicio contaminante. Continúa en Leer Más!!!

Para Platón la ciencia (episteme) es un tipo de conocimiento especial y objetivo, distinto de la opinión (doxa) subjetivo.
La ciencia debe fundarse en conocimientos invariables, debe ser compuesta por conceptos o ideas que no cambien, intemporales, inmateriales, etc.
El problema de Platón, como de muchos filósofos en la antigüedad, era la falta de un lenguaje adecuado para poner en palabras lo que pensaba.
Para resolver esto solo existen dos caminos, inventar palabras o tomar la palabra más aproximada y resignificarla para este nuevo propósito.
Platón elige el segundo camino y tomando el verbo “eidw” (ver) lo sustantivaza “eidos” (visión) y eso es lo que llega como la idea hasta nuestros días.
Para Platón existen dos mundos.
Uno de puras ideas, ubicado en algún lugar indeterminado, por ejemplo, en el cielo, donde todo son ideas, inmateriales y perfectas.
La nobleza, la inteligencia, la bondad, la idea de caballo “caballidad”, la idea de árbol “arbolidad”, etc. Estas son ideas invariables y de estas cosas puede tenerse conocimiento científico (episteme).
El otro mundo es el de acá abajo, una copia imperfecta del otro, acá todo cambia, hay hombres defectuosos y todo está en un proceso de cambio constante hacia la perfección que son las ideas, de este mundo solo puede tenerse un conocimiento precario, opinión doxa.
Pero hay algo más. Existe en el mundo de las ideas platónico, una idea máxima, una idea que está por encima de todas, es la idea del Bien, no lo dice explícitamente pero la idea de Bien, excelencia, etc, no es otra idea que la de Dios.

Descartes y la Idea
Luego de casi veinte siglos, en los cuales el pensamiento y la filosofía fueron encorsetados por el dogmatismo cristiano, el pensamiento humano comienza a retomar nuevos bríos de la mano de la modernidad.
Descartes (1596-1650) impulsa un nuevo estudio acerca de las ideas y el hombre.
Como buen racionalista piensa que el conocimiento comienza en el cerebro, y los sentidos, que en ocasiones suelen jugarnos una mala pasada, son simples auxiliares de la razón. Pero el conocimiento legítimo y auténtico solo puede sustentarlo la pura razón, es por eso que para Descartes el estudio y origen de las ideas es de vital importancia.
“Entre mis pensamientos, unos son como las imágenes de las cosas y sólo a éstos conviene propiamente el nombre de idea: como cuando me represento a un hombre, una quimera, el cielo, un ángel o el mismo Dios.”
Establece Descartes tres tipos diferentes de ideas.
Ideas adventicias: son aquellas que parecen venirnos del exterior, mediante los sentidos, como las ideas de rojo, amargo, etc.
Ideas facticias: son las que nosotros mismos elaboramos mediante la imaginación, como la idea de centauro o la de sirena.
Ideas innatas: son aquellas que el alma trae consigo, como constituyendo su patrimonio original, con total independencia de la experiencia, De éstas, unas representan cosas o propiedades de las cosas (como las ideas de Dios, alma, círculo, mayor, menor, etc) y otras las llama Descartes axiomas o verdades eternas, y son proposiciones como “el todo es mayor que la parte”. “nada puede ser y no ser al mismo tiempo” (principio de contradicción), “de la nada no resulta nada” (principio de causalidad), etc.
Con ideas innatas trabaja propiamente la razón, tal como ocurre, por ejemplo, en el conocimiento matemático; y nos proporcionan siempre un conocimiento evidente y absolutamente seguro.
La idea de Dios, es para Descartes una idea innata, nacemos con esa idea y ha sido puesta en nuestras almas por el propio Dios.
Las ideas que representan sustancias poseen una realidad objetiva muy superior a las ideas que representan modos o accidentes, poseen un grado de ser más alto, la sustancia les otorga autonomía, objetividad e independencia por fuera de mi propia subjetividad.
“La idea por la cual concibo un Dios soberano, eterno, infinito, inmutable, omnisciente, omnipotente y creador universal de todas las cosas que están fuera de él, esa idea, digo, tiene ciertamente en sí más realidad objetiva que aquellas otras que me representan sustancias finitas”.
Las ideas tienen determinados niveles de realidad objetiva, y además tienen una causa, no pueden salir de la nada y la causa de una idea debe contener en sí tanta realidad formal como realidad objetiva tenga la idea.
“Si la realidad o perfección objetiva de algunas de mis ideas es tanta que claramente conozco que esa misma realidad o perfección no está en mí formal o eminentemente, y, por consiguiente, que no puedo ser yo mismo la causa de esa idea”…
“Es necesario concluir de lo anteriormente dicho que Dios existe; pues si bien hay en mí la idea de sustancia, siendo yo una, no podría haber en mí la idea de una sustancia infinita, siendo yo un ser finito, de no haber sido puesta en mí por una sustancia que sea verdaderamente infinita.”
El argumento es bastante simple y se apela a cuestiones de tamaño, en el sentido más amplio del término, Dios o su idea es tan inmensamente grande, perfecto, infinito, inabarcable por simples humanos, que su idea no puede provenir de seres tan imperfectos y pequeños como los que habitan la tierra. Por lo tanto esta idea ha sido puesta en nosotros por el propio Dios.

Hume y la Idea
Ante el racionalismo de Descartes, surge posteriormente la teoría opuesta, el empirismo, representado por pensadores como Francis Bácon (1561-1626), John Locke (1632-1704), David Hume (1711-1776) todos ingleses, de ahí el título de empirismo ingles.
El empirismo, en contraposición al racionalismo subjetivista e inmaterialista, pone el acento en los sentidos, en lo externo, la realidad externa a nosotros tienen una existencia objetiva.
La mente es como una hoja en blanco, donde vamos, con el tiempo, depositando conocimientos que, ingresan a nosotros por nuestros sentidos.
Quien primero se ocupa en refutar a Descartes y a su idea de Dios como algo inmanente a nuestro ser, es Locke, con dos argumentos sencillos y bastante contundentes.
Primero, si la idea de Dios fuera inmanente a nosotros, no deberían existir los ateos, a menos que estas personas tuvieran un defecto en su cerebro que les impidiera acceder a la idea de Dios.
Segundo, Locke describe tribus o sociedades diferentes a las nuestras, viviendo en un relativo aislamiento del resto del mundo, (y en tiempos de Locke todavía se las encontraba con bastante frecuencia), que habían desarrollado su vida durante siglos sin tener ni noticias de Dios o de algo semejante, lo que además demuestra que la idea de Dios es una construcción social y cultural.
David Hume es el más profundo y sutil de los filósofos empiristas, el empirismo propende en general, a negar la posibilidad de la metafísica y a confinar el conocimiento de los fenómenos a las fronteras de la experiencia: no hay más conocimientos de las cosas y procesos que el que se logra mediante la sensibilidad, lo que no es compatible con ninguna postura que tenga algo que ver con alguna religión.
Hume fue un verdadero revolucionario del pensamiento, y sumamente provocador, sus amigos, entre los cuales se encontraba el célebre economista Adam Smith, se esforzaban para lograr que la cabeza de Hume se mantuviera arriba de su cuello.
En cierta ocasión, enterado de la existencia de una cátedra vacante en una célebre universidad católica, se presentó a concursar por esa cátedra. Demás está decir que ni le permitieron rendir examen al enterarse de quien era el postulante.
Para Hume todo conocimiento en última instancia procede de la experiencia; sea de la experiencia externa que proviene de los sentidos, como la vista, el oído, etc, sea de la experiencia última, la auto experiencia.
Todos nuestros conocimientos derivan directa o indirectamente de impresiones. Incluso las ideas o nociones más complejas, aquellas que, por lo menos ante un primer examen, parecen más alejadas de la sensibilidad, en definitiva, si observamos y nos fijamos bien, provienen también de impresiones.
Ahora bien, las impresiones, o representaciones originarias, se diferencian de las percepciones derivadas, que Hume llama ideas, como los fenómenos de la memoria o de la fantasía.
“Con el término impresión significo, pues, todas nuestras percepciones más vivaces cuando oímos o vemos o palpamos o amamos u odiamos o deseamos o queremos. Y las impresiones se distinguen de las ideas, que son las percepciones menos vivaces de que somos conscientes cuando reflexionamos sobre cualesquiera de esas sensaciones o movimientos antes mencionados”.
Tanto las ideas como las impresiones pueden ser a su vez complejas o simples, según que se les pueda descomponer o no.
“Aunque un color particular, o un sabor u olor son cualidades que están todas reunidas en esta manzana, es fácil darse cuenta de que no son lo mismo, sino que al menos son distinguibles unas de otras”.
Las impresiones más simples como un color o un sabor, o una determinada extensión con determinada forma suelen reunirse en un objeto y obtengo una impresión de él, luego la imagen de este objeto se deposita en el intelecto y puedo recordarlo cuando la ocasión lo requiere, esta es la idea.
El intelecto puede combinar ideas y producir otras que, en este caso serían fruto de la fantasía y de la productividad de la mente humana, pero siempre se podrán descomponer y ver que derivan de impresiones simples.
Puedo hacerme la idea de una montaña de oro, y podría creer que se trata de un hecho originado en mi mente, pero en realidad es una combinación de mi mente que ha unido la idea de oro por un lado y la de montaña por otro, ideas que ya poseía con anterioridad y que derivan de impresiones.
Existen leyes de asociación de ideas, según Hume son tres: asociación por semejanza, asociación por contigüidad en el tiempo y en el espacio, y asociación por causa y efecto.
“Un cuadro conduce nuestro pensamiento hacia el original (semejanza); cuando se menciona un departamento de un edificio naturalmente se sugiere una pregunta acerca de los otros (contigüidad); y si pensamos en una herida apenas podemos evitar que nuestra reflexión se refiera al dolor consiguiente (causa y efecto)”.
La idea de Dios es la idea de un ente infinitamente sabio, infinitamente poderoso, infinitamente bueno, etc. Hume se pregunta de dónde procede tal idea, y observa que ella no es más que la reunión y multiplicación al infinito de ideas de cualidades características de nuestro propio espíritu.
Pues mediante la reflexión me doy cuenta de que poseo algunos conocimientos, un cierto saber; la reflexión me permite también observar en mí cierta capacidad para hacer cosas, un cierto poder; y me percato asimismo, de la misma manera, que hay en mí cierta bondad. Multiplico luego al infinito la idea de saber y obtengo la idea de sabiduría infinita y perfecta; hago lo mismo con la idea de poder, y formo la idea de poder infinito u omnipotencia; y extiendo igualmente la idea de bondad, llego a forjarme la idea de bondad absoluta y perfecta.
Enlazo por último estas tres ideas (omnisciencia, omnipotencia y bondad infinita) en una sola idea compleja, y entonces tendré formada la idea de Dios.
Hume se limita tan solo a comprobar que de hecho tenemos tal idea, pero que, por el momento al menos, no es sino una idea más, sin ningún privilegio respecto de las otras, y comparable por tanto a la idea de centauro, a la de sirena o a la de montaña de oro. Quizás a la idea de Dios corresponda una realidad, es posible que haya Dios (como tal vez haya sirenas en algún remoto lugar del océano), pero también es posible que no exista; por lo tanto, Dios no es por lo pronto nada más que una mera idea:
Además, carente de validez objetiva, puesto que, la idea compleja “Dios” debe descomponerse en ideas simples y esas ideas simples deben derivar de alguna impresión y Hume insiste en que estas ideas simples derivan de impresiones de la reflexión, o sea una idea construida sobre la base material del espíritu humano y carente de objetividad.
Y aquí terminamos, claro que hay mucho más para decir y escribir sobre el tema en cuestión, pero el espacio y el tiempo es limitado, si no tuviéramos límites seríamos Dios.

Sergio

Bibliografía
Carpio, Adolfo. Principios de filosofía. Ed. Glauco, Buenos Aires, 1995
Platón. La Republica. Ed. Aguilar, Madrid 1968
Descartes, René. Meditaciones metafísicas. Ed. Boreal, Madrid 1998
Hume, David. Tratado de la naturaleza humana, Ed. Calpe, Madrid 1923
Hume, David. Investigación sobre el entendimiento humano. Ed. Agora. Argentina 1959

1 comentario:

Anónimo dijo...

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