El anarquismo ha muerto, ¡larga vida a la anarquía! Ya no necesitaremos más el bagaje del masoquismo revolucionario o de la auto inmolación idealista; o la frigidez del individualismo con su desdén por la convivencia, por el vivir juntos; o las vulgares supersticiones del ateísmo, el cientificismo y el progresismo del siglo XIX. ¡Tantos pesos muertos! Las mohosas maletas proletarias, los pesados baúles burgueses, los aburridos portamantas filosóficos ¡por la borda con ellos!
De estos sistemas sólo queremos su entusiasmo, su fuerza vital, su atrevimiento, su intransigencia, su furia, su desenvoltura, su potencia, su shakti. Antes de tirar por la borda la basura y la impedimenta, saquearemos la valija en busca de billeteras, pistolas, joyas, drogas y otros elementos útiles -nos quedaremos con lo que nos guste y tiraremos el resto-. ¿Por qué no? ¿Es que somos los sacerdotes de algún culto, para canturrear responsos y mascullar nuestros martirologios?
La monarquía también posee algo de lo que queremos; una gracia, una naturalidad, un orgullo, una superabundancia. Nos quedaremos con esto, y tiraremos las desgracias de la autoridad y la tortura en el cubo de basura de la historia. El misticismo tiene algo que nos hace falta; “auto superación”, conciencia exaltada, embalses de potencial psíquico. Estos serán expropiados en nombre de nuestra sublevación; y dejaremos que las desgracias de la moralidad y la religión se pudran y descompongan. Como los Ranters solían decir saludando a cualquier “criatura compañera” -del rey al carterista- “¡Alégrate! ¡Todo es nuestro!”
Hakim Bey. De los Comunicados de
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