viernes, 30 de noviembre de 2012

A 97 AÑOS DEL FUSILAMIENTO DE JOE HILL

A 97 AÑOS DEL FUSILAMIENTO DEL OBRERO SUECO JOE HILL, COMPOSITOR Y MILITANTE ANARQUISTA DE LA I.W.W., EJECUTADO EN UTAH (EEUU) EL 19 DE NOVIEMBRE DE 1915 

Por Horacio Ricardo Silva 
(mangrullodeltiempo.blogspot.com)


 “Se necesitan más que armas para matar a un hombre” 

Anoche soñé que veía a Joe Hill 

tan vivo como tú y yo. 
Le dije: “pero Joe, hace diez años que estás muerto”
“Yo nunca he muerto”, dijo él.

 “Los patrones del cobre te mataron"

 "ellos te fusilaron, Joe” le dije.
 “Se necesitan más que armas para matar a un hombre;
 yo nunca he muerto”, dijo Joe. 

 Parado ahí al pie de mi cama, 

sonriendo con sus ojos, 
Joe me dijo: "lo que ellos no pueden matar 
es la Organización”. 

 “Desde San Diego hasta el Maine, 

en cada mina y en cada lugar de trabajo, 
donde los trabajadores defiendan sus derechos,
 allí me encontrarán”, dijo Joe.

 (Fragmentos de la canción “Joe Hill”, con letra escrita por el poeta Alfred Hayes en 1925, y música compuesta por Earl Robinson en 1936. Durante la revolución de 1936 era cantada en España por la brigada internacionalista norteamericana “Abraham Lincoln”. La cantante folk Joan Báez la popularizó en el festival de Woodstock, interpretándola con un ligero cambio en la letra el 15 de agosto de 1969). 


 La canción de protesta en Norteamérica, relacionada con el nacimiento del movimiento obrero y las luchas sindicales de la primera mitad del siglo XX, tiene una rica y antigua tradición.

En los campamentos mineros, los muelles de la costa Oeste, las fábricas y el campo, surgían cantantes populares que componían sencillas canciones cuya letra estaba destinada a mantener alta la moral de los huelguistas, en un época en que un conflicto de varios meses de duración, significaba no tener comida ni dinero para pagar el alquiler de sus miserables viviendas. 
Tal es el caso de Woody Guthrie, quien en las décadas del ’30 y del ’40 llevó una vida errante, viajando en trenes de carga por los Estados para alentar con su guitarra las encarnizadas luchas del proletariado rural norteamericano. 

Pero fue probablemente Joe Hill, el primero en iniciar esta hermosa manera de combatir a la injusticia social. Su verdadero nombre era Joel Emmanuel Hägglund. Nacido en Suecia el 7 de octubre de 1879, se crió en el seno de una familia numerosa que sufrió una tremenda crisis cuando su padre —un obrero ferroviario— murió en un accidente de trabajo. Los chicos tuvieron que salir a trabajar para comer y el pequeño Joel, de sólo ocho años, se empleó en una fábrica de sogas hasta que tuvo la edad suficiente —diez u once años— para trabajar paleando carbón en una empresa constructora.
 A los doce años enfermó de tuberculosis. El tratamiento standard de la época consistía en la aplicación masiva de rayos X y en practicar intervenciones quirúrgicas, con las cuales se curó, aunque le dejaron para siempre unas profundas marcas en la nariz y el cuello. 
Cuando murió su madre tenía 22 años, y un espíritu inquieto. Junto a su hermano Paul decidieron invertir todo el dinero de la modesta herencia, comprando pasajes para emigrar a los EEUU, donde ingenuamente esperaban hacer fortuna “raspando el oro de las calles”. Arribaron a la “tierra prometida” en octubre de 1902. 
La realidad los golpeó con extrema crudeza. Sin un centavo, para sobrevivir tuvieron que limpiar escupideras en los bares más turbulentos de Nueva York, por unas pocas monedas. Hartos de esa vida miserable, los hermanos se separaron; Joe salió a recorrer las rutas del país. 
En 1906 fue testigo del devastador terremoto que destruyó la ciudad de San Francisco, en California. Sobre ese hecho escribió una crónica periodística, que publicó el periódico de Gävle, su ciudad natal en Suecia. 
En los siguientes cuatro años llevó una vida errante, moviéndose por las ciudades de la costa Oeste, trabajando en cualquier oficio: minero, estibador, recolector de fruta, o lo que pudiera conseguir. Durante este período se cambió el nombre, haciéndose llamar “Joe Hillstrom”. 
En 1910, a los treinta años, ya se había formado una opinión sobre la sociedad en que vivía. Se dio cuenta de que los únicos que podían “raspar oro” eran los ricos, y no de las calles, sino de las espaldas de los trabajadores e inmigrantes que sufrían como él, en los socavones y en cada lugar de trabajo. 
Ese mismo año, siendo estibador en la ciudad de San Pedro en California, se le acercó un pequeño grupo de activistas obreros, con quienes mantuvo largas y apasionadas discusiones sobre los mejores métodos para luchar contra los poderosos y lograr “derribarlos del caballo”. 
Este grupo pertenecía al recién fundado I.W.W. (Industrial Workers of the World, Obreros Industriales del Mundo), sindicato clasista construido por los trabajadores norteamericanos e inmigrantes para luchar organizadamente contra el capitalismo. Debido a la dificultad que tenían estos últimos para pronunciar la sigla, la organización fue conocida popularmente como el “Wobblies”. 
 El gremio, nacido en 1905 en Chicago, contaba entre sus adherentes con la recordada anarquista Emma Goldmann, el presidente de la Federación de Mineros del Oeste William D. “Big Bill” Haywood, Elizabeth Gurley Flynn, los socialistas Mary Harris “Mother” Jones, Eugene V. Debs, el periodista John “Jack” Reed -autor del libro “Diez días que conmovieron al mundo”-, y el escritor Jack London. 
Joe Hillstrom –que para entonces redujo su apellido a Hill- encontró en la I.W.W. una verdadera motivación a su vida, y se dedicó a ayudar en la construcción del sindicato (“One Big Union”, era la consigna), participando en las luchas obreras y en tareas de afiliación de nuevos miembros. Al poco tiempo, sus compañeros lo nombraron secretario del local de la organización en San Pedro.
 En su tiempo libre, componía canciones. La música le gustaba, y desde muy chico había aprendido en forma autodidacta a tocar piano, guitarra y violín. Motivado por la lucha de la I.W.W., compuso canciones como Casey Jones (The Union Scab), The Preacher and the Slave, The Rebel Girl, There is Power in a Union, Where the Fraser River Flows, o Workers of the World, Awaken! (Ver recuadro) 
En enero de 1911 organizó la brigada de wobblies que, cruzando el desierto calcinante, ingresó clandestinamente a México para unirse en Tijuana a las columnas anarquistas del Partido Liberal mexicano, orientado por los hermanos Flores Magón, que combatían al régimen del dictador Porfirio Díaz. Batidas las fuerzas federales, los revolucionarios lograron crear algunas comunas anarquistas que resultaron de efímera existencia, al sufrir el ataque combinado de las milicias maderistas con efectivos militares norteamericanos. Tras la derrota, Joe Hill y sus compañeros debieron huir en desbandada hacia los EEUU, volviendo a cruzar penosamente la frontera. 
En junio de 1913, a raíz de una huelga portuaria en San Pedro, la policía lo arrestó por 30 días bajo el cargo de “vagancia”. 
El mismo año se trasladó a la ciudad de Salt Lake City en Utah, un estado donde la Iglesia de Jesucristo de los Santos del Ultimo Día (mormona), tenía un fuerte ascendente. Pronto consiguió un trabajo y se dedicó a organizar a los trabajadores, entre ellos a la comunidad de sus compatriotas suecos afincados allí. 
Pero en la noche del 10 de enero de 1914, la pequeña sociedad se conmovió con el sangriento atraco de un almacén, en el fueron asesinados el propietario y su hijo de 17 años. El muchacho fue muerto por resistirse al asalto, hiriendo de bala a uno de los dos extraños, quienes desaparecieron en la oscuridad. Otro hijo del comerciante, que estaba en la parte trasera del negocio, se escondió sin ser visto. 
 Esa misma noche, en un confuso episodio de violencia, Joe Hill fue herido de un disparo en el pecho. Se hizo atender por un médico socialista que vivía en su barrio, quien al leer la noticia en los diarios del día siguiente, lo denunció como posible asesino del almacenero.
 En el momento del arresto, Hill estaba en su cama. Cuando estiró el brazo para tomar sus pantalones, el policía le hizo un disparo que le fracturó los huesos de la mano. El perspicaz garante de los derechos ciudadanos había creído que su presa se disponía a empuñar un inexistente revólver. 
Durante el juicio Hill aseguró que era inocente, y explicó que esa noche fue atacado por un hombre armado que estaba celoso de su esposa. Ante la pregunta de quiénes eran ese hombre y su mujer, declaró que de ninguna manera iba a manchar el nombre de la dama, haciendo pública su identidad. 
Por las declaraciones de los testigos –entre ellos el primer policía que llegó al almacén, el hijo que se salvó y unos vecinos que estaban en la vereda- se supo que el almacenero era un ex policía, quien cosechó varios enemigos entre los delincuentes durante el desempeño de su aberrante oficio. La descripción física del agresor era demasiado imprecisa como para identificar positivamente al obrero sueco. 
Además, el hijo del tendero declaró que uno de los asaltantes, mientras apuntaba a su padre, gritó claramente: “¡Ahora te tenemos!” y que se limitaron a dispararle, sin tomar el dinero de la caja. Y a pesar de que los testigos dijeron haber visto a un agresor herido, no se encontraron en el local ni la bala ni rastros de sangre de él. 
Pese a no haber más que conjeturas respecto a su culpabilidad, el poder judicial no desaprovechó la oportunidad de exterminar a un hereje que escribía canciones anticlericales: y en pocas horas, el jurado dictaminó el veredicto de “culpable”. Según la ley, el condenado podía elegir la muerte en el paredón o en la horca; y Joe Hill optó por el fusilamiento, ironizando ante el juez: “Ya me han disparado antes un par de veces, así que puedo tomarlo”. 
 Una vez conocida la sentencia, la I.W.W. inició una fuerte campaña para detener la ejecución, en la que se interesaron una profesora de la Universidad de Utah, hija de un prestigioso miembro de la Iglesia Mormona; el presidente de la Nación, Woodrow Wilson –con fines electoralistas, para obtener los votos obreros en las elecciones de 1916-; el embajador sueco, y algunas personalidades norteamericanas. Pero nada de ello iba a modificar la decisión del gobernador de Utah William Spry, para quien la muerte de Hill representaba un severo golpe contra la organización obrera clasista. 
Por temor a que los wobblies intentaran asaltar la cárcel para liberar a su compañero, el gobernador ordenó practicar espionaje en el sindicato, y reforzó la guardia militar que custodiaba al reo. 
Cuando ya no quedaban dudas del desenlace, Hill despachó varios telegramas de despedida a sus amigos y compañeros. El que dirigió a “Bill Big” Haywood, es conmovedor: “Adiós, Bill: muero como un verdadero rebelde. No desperdicie el tiempo en luto. ¡Organice! Hay unos cientos de millas de aquí a Wyoming. ¿Podría arreglar que mi cuerpo sea llevado a la frontera del estado para ser cremado? Ya muerto, no 0quiero quedar atrapado en Utah” 
Joe Hill fue fusilado por un pelotón en la penitenciaría de Utah, en la madrugada del 19 de noviembre de 1915. Según declaró luego uno de los esbirros que lo mató, fue el propio Hill quien dio la orden de hacer fuego. 
Su cuerpo fue llevado a Chicago, donde más de 30.000 personas asistieron al funeral, en el que los oradores exaltaron su figura en nueve idiomas; tras lo cual, los asistentes se encolumnaron hacia el cementerio de Graceland, donde fue cremado. Partes de las cenizas fueron enviadas a los locales de la I.W.W., excepto al de Utah, y el 1º de mayo de 1916 se dispersaron al viento, conforme a su última voluntad expresada en un poema que escribió la víspera de su ejecución:

 “¿Mi cuerpo? Ah, si pudiera elegir 
a cenizas lo reduciría, 
y dejaría que la alegre brisa 
llevara mi polvo donde hay flores marchitas. 
Quizá entonces alguna flor marchita 
volvería a la vida, floreciendo nuevamente. 
Esta es mi última y final voluntad. 
Buena suerte para ti. 
Joe Hill”.

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 (Nota para la edición: a continuación, texto del recuadro) 

 “UN PEQUEÑO CANCIONERO ROJO” 

 Joe Hill escribió cerca de cincuenta canciones, que fueron editadas por la I.W.W. en un folleto llamado "Little Red Song Book" (Pequeño cancionero rojo). Sus letras giraban en torno a la necesidad de la clase obrera de organizarse, y hacía referencias humorísticas sobre personajes como los rompehuelgas y los predicadores del Ejército de Salvación. En muchas de ellos se menciona irónicamente el esfuerzo de las religiones por evitar que los trabajadores luchen, a cambio de la promesa de un paraíso después de muertos.  

Decidió componer canciones de protesta, porque según él “un panfleto, como mucho, nunca es leído más de una vez; pero una canción se aprende, y se repite una y otra vez”. Según el musicólogo norteamericano Wayne Hampton, su influencia se encuentra en las composiciones de Woody Guthrie ("You Gotta Go Down and Join the Union"), John Lennon ("I Found Out."; Working Class Hero”) y en toda la obra de Bob Dylan.  

Su visión internacionalista respondía a su calidad de anarquista, y a la naturaleza misma del movimiento obrero, que originalmente no reconocía la existencia de fronteras nacionales. Por esa razón, escribió canciones de apoyo a las huelgas de los portuarios en Italia, y otras en defensa de los trabajadores que construían una línea ferroviaria en Canadá, en la Columbia Británica, como la llamada “Where the Fraser River Flows” (Donde fluye el Río Fraser), de la que extraemos algunas estrofas: 

 Donde fluye el Río Fraser, 
Cada compañero sabe 
que ellos nos oprimen 
pero sin embargo, nuestro sindicato crece. 

 Y vamos a encontrar el modo, muchachos 
de conseguir menos horas y mejor paga 
Y vamos a ganar el día, muchachos 
Donde fluye el Río Fraser. 

 Y espero que estén todos listos, 
corazones verdaderos, bravos y decididos 
para luchar alrededor del estandarte 
cuando la Bandera Roja esté desplegada. 

 En The Preacher and the Slave (El Predicador y el Esclavo), Hill rebautizó al Ejército de Salvación (Salvation Army) con el poco honorable nombre de “Ejército de Inanición” (Starvation Army): 

Unos predicadores de largos cabellos vienen cada noche, 
tratan de decirte qué es erróneo y qué es correcto; 
Pero cuando les pides algo para comer, 
Ellos responderán con voces tan dulces:
 “Tú comerás, en esa gloriosa tierra sobre el cielo”. 

 Y los del Ejército de Inanición juegan, 
 cantan, aplauden y rezan. 
Y cuando tengan todas tus monedas en su alcancía, 
te dirán cuándo podrás descansar. 

 Si luchas muy duro por tus hijos y tu esposa 
intentando conseguir algo bueno en esta vida 
ellos dirán que eres un pecador y un mal hombre, 
y que cuando mueras, seguro irás al infierno. 

 Los rompehuelgas fueron retratados en un ingeniero de la compañía fluvial de San Pedro: Casey Jones (The Union Scab) (Casey Jones, el Carnero del Gremio), escrita para una huelga portuaria en 1911: 

 Los trabajadores de la S. P. Line llamaron a la huelga 
Pero Casey Jones, el ingeniero, no quería parar; 
Su caldera tenía pérdidas, y los calderistas estaban en el paro, 
y el motor y sus conexiones estaban desnivelados. 

 Los obreros le dijeron: “¿no quieres ayudarnos a ganar esta huelga?” 
Y él contestó: “déjenme tranquilo, váyanse a pasear” 
Entonces la resoplante máquina se saltó de la línea, 
y Casey cayó al río con un estruendo espantoso. 

 Cuando Casey llegó al cielo, a las puertas del Paraíso, 
dijo: “Yo soy Casey Jones, el que se mató en los transportes S.P.”
 “Eres justo el hombre”, le dijo San Pedro, 
“nuestros músicos están en huelga; 
puedes conseguir trabajo, carnereando todo el tiempo que quieras” 

 Casey Jones consiguió trabajo en el Cielo 
Casey Jones lo estaba haciendo muy bien; 
Casey Jones fue a carnerear a lo ángeles 
tal como hizo con los obreros de la S.P. Line 

 Los llamamientos a construir una gran sindicato (One Big Union), se ven reflejados en temas como There is Power in a Union (Hay Fuerza en un Sindicato), que parodiaba a un popular himno cristiano llamado There is Power in the Blood of the Lamb (Hay Poder en la Sangre de un Cordero) 

¿Tendrías libertad con un salario de esclavos? 
Entonces, únete en un Gran Sindicato Industrial; 
¿Serías libre desde la miseria y el hambre? 
Entonces, ven! Haz tu parte, como un hombre. 
Hay fuerza, hay fuerza en un grupo de trabajadores, 
cuando ellos se levantan, mano con mano. 

¿Tendrías mansiones de oro en el cielo, 
y vives en una tapera camino del bajo? 
¿Tendrías alas en el Cielo para volar 
y estás aquí privado de todo, con harapos para vestir? 

 Si te gusta beber para evadirte, 
Entonces no te organices, desprecia a todos los gremios; 
si no quieres nada antes de morir, 
estrecha la mano de tu patrón y míranos como un sabelotodo. 

 Vamos, trabajadores de todas las tierras 
Vamos, únanse al Gran Sindicato Industrial 
Entonces haremos nuestra parte de lo que demanda esta Tierra 
¡Vamos, haz tu parte, como un hombre!. 

 En la cárcel, escribió Workers of the World, Awaken! (Obreros del Mundo, ¡Despierten!): 

Obreros del mundo, ¡despierten! 
Rompan sus cadenas, demanden sus derechos
toda la riqueza que ustedes producen 
son tomadas por parásitos explotadores. 

¿Se arrodillarán en profunda sumisión 
desde la cuna a la tumba? 
¿Es el máximo de vuestra ambición 
ser unos buenos y serviciales esclavos? 

¡Levántense, viejos prisioneros de la inanición! 
Luchen por su propia emancipación 
Levántense, viejos esclavos de cada nación 
en Un Gran Sindicato 

Unanse al sindicato, compañeros 
Hombres y mujeres, codo con codo 
Unidos estamos de pie, 
pero divididos caeremos 
Tomen esta consigna:
“Todos para uno, y uno para todos” 

Obreros del mundo, ¡despierten! 
Nazcan en toda vuestra espléndida fuerza; 
tomen la riqueza que están produciendo, 
les pertenece por derecho 

Nadie estará llorando por pan; 
tendremos libertad, amor y salud; 
cuando la gran bandera roja esté flameando 
en la Comunidad de los Trabajadores. 

Después de conocer a Elizabeth Gurley Flynn, en la primavera de 1915, compuso una canción en homenaje a su apasionado compromiso para con la causa obrera., titulada The Rebel Girl (La Muchacha Rebelde). Este tema, compuesto pocos meses antes de su muerte, fue escuchado por primera vez durante sus funerales en Chicago:

Hay mujeres de todos los tipos 
en este extraño mundo, como todos saben, 
Algunas viven en hermosas mansiones 
y visten las más finas prendas. 
Hay reinas y princesas de sangre azul, 
que llevan encantos de diamantes y perlas; 
pero la única dama de raza pura, 
es la Muchacha Rebelde. 

Esa es la Muchacha Rebelde, 
ella es una perla preciosa para la clase obrera 
ella brinda coraje, orgullo y alegría 
a los luchadores Muchachos Rebeldes 
Hemos tenido muchachas antes 
Pero necesitamos algo más en la Industrial Workers of the World, 
por eso es grandioso luchar por la libertad 
con una Muchacha Rebelde. 

Sí, quizá sus manos estén ásperas por el trabajo 
y su vestido no sea muy fino; 
pero un corazón palpita en su pecho 
que es verdad para su clase y su tipo 

Y los corruptos se aterrorizan, 
temblorosos de cuándo ella arrojará su rencor y desafío. 
Pero la única dama de raza pura, es la Muchacha Rebelde.

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 (Nota para la edición: a continuación, epígrafes de las imágenes adjuntas) 
 01. Afiche de la organización gremial revolucionaria norteamericana: “La IWW está llegando! Únete a un Único y Gran Sindicato” 
 02. Joe Hill (1879 / 1915) 
 03. Portada de la canción The rebel girl (La muchacha rebelde) 
 04. William D. “Big Bill” Haywood y Elizabeth Gurley Flynn (Imagen tomada durante los funerales de Joe Hill)

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