La cuestión del Poder siempre estuvo ligada a un ser
humano, que quiso transgredir sus propias limitaciones, y por eso desde el
inicio, en las culturas antiguas, el Poder estuvo siempre ligado al Saber.
Sin embargo con la modernidad, la idea de un Poder Soberano,
intenta representar la voluntad de todos los ciudadanos.
¿Pero es esto algo posible? ¿No termina siempre el
Poder siendo un dispositivo de sometimiento? O más bien ¿No se vuelve el Poder
la forma en que todo se relaciona con todo?
En el siglo XIX, Marx va a dar un salto cualitativo en
la concepción del Poder, la democracia política no representa una verdadera
soberanía popular, en la medida en que no cuestiona el principio de desigualdad
estructural del capitalismo.
La economía capitalista, supone una desigualdad social
que intenta justificarse en la igualdad formal de los ciudadanos ante la ley.
El problema es que la ley, no hace más que reproducir un sistema, donde unos
pocos ejercen el Poder y una mayoría queda sometida a ese dominio.
Para que el Poder funcione con eficiencia, resulta
necesario que la sociedad toda lo naturalice, mientras haya personas trabajando
a cambio de un salario, recibiendo solo una parte del valor de su trabajo, la
democracia no es real.
Si se logra convencer a todo el mundo, que la
desigualdad económica es algo que proviene de la naturaleza humana, y es
inmodificable, el poderoso triunfa en su cometido, no hay mejor Poder que el
que no se ve.
El Poder, para Marx, es fundamentalmente Poder
económico, que se manifiesta en el sometimiento de una clase social a otra, a
través de la explotación laboral. ¿Qué es la explotación en Marx? Es la
aceptación de una sociedad dividida en clases, donde los que no son dueños,
tienen que intercambiar su fuerza de trabajo por una remuneración que nunca
equivale al valor de lo que hacen.
Pero nadie lo ve, todos naturalizan esta expropiación,
la desigualdad es vista como algo natural y el salario como algo justo. Ningún
salario es justo para Marx, la existencia misma del salario es lo injusto, pero
el Poder triunfa cuando una sociedad interioriza estos valores dominantes como
si fuesen algo real, cuando la sociedad se aliena.
Según el pensamiento marxista, la alienación se
produce a través de todos los dispositivos, que en una sociedad funcionan para
que un orden se establezca, pero sobre todo en el Estado. Para Marx, el Estado
se vuelve un dispositivo del Poder, que se presenta como representante de
todos, cuando en realidad lo único que hace, es legitimar la desigualdad
representando solo a aquellos a los que cuida sus intereses.
La alienación, va mostrando cómo el Poder ingresa en
las zonas más elementales de la conciencia para ser efectivo, va moldeando las
cabezas de la gente, sus deseos, sus pensamientos, sus sentimientos, de ahí que
para Marx, todo cambio no pueda ser más que un cambio de raíz, la única salida
posible contra el Poder, es la revolución total.
¿Y si todo es Poder? ¿Y si la existencia misma está
atravesada por el Poder? ¿Y si el Poder trasciende lo político para manifestarse
en cualquier acto, en cualquier entidad, en todo ser? ¿Y si todo es político
porque todo es potencia? ¿Y si el Poder no se reduce al Soberano, sino que
estalla por todos lados?
Por el hecho mismo de ser en potencia todos nuestros
actos se vuelven políticos, se vuelven voluntad de Poder. Nietzsche sostiene
que la vida es esencialmente un conjunto de fuerzas en constante potenciación.
No es que el Poder opera sobre la vida, sino que la vida misma es Poder en
expansión, Poder, diríamos, en la ambigüedad del doble sentido de posibilidad y
despliegue.
Nietzsche pone en entredicho la cuestión del origen,
¿Qué hay en definitiva en el origen de todo? No hay nada, no hay orden, ni
estabilidad, ni identidad, sino diferencia, y si hay diferencia, hay conflicto.
El conflicto es el origen, el Poder inunda todas las cosas, porque todo
proviene, en última instancia, de un conflicto originario.
A diferencia del contractualismo que entiende al Poder
como garantía de supervivencia y del marxismo que lo asocia con la represión,
Nietzsche lo entiende como exceso, como expansión incesante de la vida, una
vida que se expande es una vida que se reinventa permanentemente a sí misma.
En el esquema de Nietzsche partimos de la ausencia de
origen y por ello del descentramiento de toda verdad, la expansión solo puede
entenderse como la capacidad que tiene la vida de crecer, negándose todo el
tiempo a sí misma, la Voluntad de Poder es la destrucción infinita de lo mismo
y el desborde incesante de una vida que busca siempre superarse a sí misma.
Si para Marx, la revolución es la liberación de las
fuerzas productivas al servicio de la humanidad, en Nietzsche, es un estado
permanente de reinvención de lo humano. El Poder de lo humano destruye y se
destruye, ya que se ve a sí mismo, como mera contingencia. Toda la filosofía,
toda la religión, todo el saber, han surgido como un antídoto contra una
Voluntad de Poder que se desborda a sí misma, esta es, tal vez, nuestra tragedia,
el vértigo del exceso nos asusta y nos encadena a nosotros mismos.
Michel Foucault fue en el siglo XX, quien mejor ha
pensado al Poder, su mayor contribución fue haberlo desencializado, el Poder
`no es´, no `se tiene´, sino que `se ejerce´. El Poder no es una propiedad ni
una sustancia, el Poder es siempre una relación.
Las relaciones de Poder atraviesan todas las cosas,
pero no se estructuran de modo vertical y estable entre clases sociales, sino
que van desplazándose entre los hombres de manera fluctuante. El Poder está
siempre presente en toda relación en la que uno trate de dirigir la conducta
del otro, desde la política, hasta el amor, pero el Poder no solo reprime, sino
que para Foucault también produce sentido.
El Poder mantiene una relación esencial con el Saber,
y por ello, con la Verdad, y nosotros los sujetos, estamos sujetados a esos
dispositivos de Saber que nos constituyen como sujetos.
El padre normaliza, el maestro normaliza, el jefe
normaliza, los oficiales de policía normalizan, seguro que ninguno de ellos
está siendo parte de ninguna confabulación para dominar el mundo, pero en cada
acto de normalización hay una forma que se instala como `correcta´ y se
instituye.
Lo humano domesticado a través de las instituciones, y
las instituciones como la familia, la escuela o el lenguaje son las que
producen realidad cotidiana. Una de las figuras que Foucault resignifica es la
figura del panóptico. ¿Qué es el panóptico? Es una estructura carcelaria en la
cual un vigilante se encuentra en una posición privilegiada, ya que puede
observar el interior de las celdas de los presos pero sin ser observado, el
dispositivo carcelario funciona a la perfección, cada preso que no ve a los
otros presos, solo se siente controlado por el vigía central y entonces obedece,
el Poder es total.
Pero para Foucault, esta estructura es aplicable a
gran parte de los modos en que se encuentran organizadas nuestras
instituciones, así la estructura se repite en la fábrica, en la familia, en el
hospital, la clave siempre es la misma, la auto – obediencia.
No pueden existir relaciones de Poder, sino en la
medida en que los sujetos seamos libres, ¿Pero, no es al revés? ¿No es que si
el Poder esta presente entonces no existe libertad? Hay relaciones de Poder
porque hay posibilidades de libertad en todas partes. Como el Poder es
potencia, y el Poder se desborda, siempre se necesita algo que quede afuera,
todo Poder dice Foucault, genera una resistencia. ¿Pero es la resistencia una
manera de pelear contra el Poder, o es algo que el Poder construye para seguir
ejerciendo?
Según Deleuze, en el mundo de la globalización y del
capitalismo avanzado, la empresa ha remplazado a la fábrica, la marca al
producto, y el consumidor al ciudadano, la sociedad del hiperconsumo de la cultura
global ejerce el Poder, no desde el
encierro, sino desde la libertad. El panóptico se ha desmaterializado, que
patente es este Poder que no necesita barrotes, ni pedestales, ni armas, es un
Poder que se ejerce desde la libertad del individuo.
El cielo supuestamente está vacío, y sin embargo se
encuentra cruzado por una infinidad de redes virtuales, que nos constituyen y
nos vigilan, existir es estar conectado, y la conexión supone un orden y un
interés. Tal vez las nuevas resistencias tengan que ver con la posibilidad de
desconectarse. Posibilidad, potencialidad, de nuevo, el Poder, el Poder de `no
hacer´, permanecer en la potencia, lo humano es siempre posibilidad, lo humano
es siempre proyecto abierto.
Se dice de Dios que es omnipotente. ¿Esto significa
que todo lo es, o que lo puede todo? ¿Y si todo lo puede, no tendría que poder
seguir pudiendo indefinidamente? Si así fuese, el verdadero Poder resultaría
ser el que se sigue atreviendo a negarse a sí mismo, o retomando una idea
bíblica, el Poder esta en la debilidad, y sin embargo nuestros poderosos
abandonan la potencia, la posibilidad, para convertirse en los grandes
cristalizadores de la realidad vigente, ser establishment significa solo eso,
sostener el actual estado de cosas como inmodificable.
Pero otro Poder es posible, un Poder que se ofrece
como una invitación a la transformación permanente y a la apertura ilimitada,
un Poder que es una apuesta a no permanecer nunca en lo que somos, a
desbordarnos y a salirnos incluso, de nosotros mismos.
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